Sunday, December 27, 2020

 El año 2020





    A mi lo que más me costó no fue el confinamiento. Con todo el confort y comodidad en la que vivo era incluso a veces un agrado estar en casa. Redistribuir los espacios, convivir en los momentos, compartir las inquietudes, las noticias, los cambios, y los eventos que se daban a medida que avanzaba el tiempo con la familia. Esa vivencia fue intensa y poderosa. 

    Sin duda, lo que más me costó fue administrar la incertidumbre,  y la ansiedad que ésta me implicaba. La forma de pensar y pensarse en relación a la toma de decisiones,   implicó para mí adaptarme y aprender a considerar no solo lo que yo quería hacer sino que también las condiciones que estaban rodeando esas decisiones y las probabilidades de transitar la ruta,  y  llegar a concretarla. 

    Siento que  todo cambio muy rápido. Que todo se aceleró y que la trama de conexiones abrió puertas que  estaban cerradas o no se veían. Oportunidades.  Y que también significo aprender a soltar lo que ya no es para mi. Transformar rutinas. Prácticas. Resignificar los vínculos. Los que siguen estando presentes. Los que ya no están o nunca  volverán a ser los mismos.

    Y a ratos viene y siento la nostalgia de lo que vivimos hasta marzo de este año 2020. De como eran nuestras vidas y lo que valorábamos  Lo que queríamos y deseábamos. Todo eso se derrumbo o fue cambiando. 

    Creo que al ir haciendo un recorrido interno, todo se fue metabolizando, se fue filtrando. Se fue limpiando. Y solo fueron quedando las heridas abiertas, los golpes y los dolores. Pero también se fue sintetizando la esencia y las semillas de lo que ahora vendrá. Sanar, aceptar y reconocer. También es perdonar. 

    Entonces, ahora se puede mirar el horizonte.  Lo que trae el futuro. Un futuro tan incierto y desconocido pero tan certero también. 

    Lo único que siento y escucho en mi voz es conservar la convicción, la responsabilidad y el entendimiento conectada con otros, conectada conmigo. 

Caminar con eso y confiar.

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